domingo, 5 de julio de 2009

Coorg: bienvenido a la jungla

Al este de Karnataka, bordeando con el estado de Kerala, a unos 200 kilómetros de Bangalore, se extiende la región de Coorg (o Kodagu), conocida como la Escocia de India. Sus verdes colinas llenas de exuberante vegetación tropical, hectáreas y hectáreas de plantaciones de café y té, y tortuosos caminos por donde perderse haciendo senderismo, son sus principales distintivos. Uno de mis alumnos, Sidhart, nos invitó a Marta y a mí a pasar la noche del jueves en una casa de campo que tiene en esa zona, a unos pocos kilómetros de Madikeri, la capital del distrito. Un lugar idílico, rodeado de selva por todas partes, en el que poder pasar unos días de retiro disfrutando de la naturaleza. La pena es que nos teníamos que volver la noche siguiente, pero aun así aprovechamos bien el tiempo.





Tras el viaje nocturno y el formidable descanso (no recuerdo la última vez que dormí tan bien, la verdad), salimos por la mañana temprano a dar un paseo por los alrededores de la casa, atravesando estrechos senderos, bajando y subiendo por cuestas resbaladizas, teniendo en cuidado con no pegarse una piña, y disfrutando del maravilloso paisaje. Pasamos un buen rato a pesar de la pesada lluvia que no nos dejó durante toda la estancia, salvo contadas treguas. En el fondo teníamos que agradecer el chaparrón, de no haber ocurrido lo mismo no podíamos haber ido, ya que la casa de Sidhart se abastece por completo de energía hidroeléctrica.


Sidhart y yo, paraguas en mano. Vaya estampa.




Marta subiendo los riscos.

Pero no era ni la lluvia, ni lo abrupto del terreno lo que más nos preocupaba. La principal pesadilla del senderista que recorre Coorg es la presencia de numerosas sanguijuelas que, silenciosamente y sin que te des cuenta, acoplan sus boquitas a tus extremidades y te chupan la sangre hasta que se sacian y se despegan. Lo peor es que lo hacen sin que te des cuenta, cuando te muerden no notas absolutamente nada. Sólo, una vez que acaban su sangría, se percibe una ligera irritación. Así que lo mejor es llevar, aunque parezca un contrasentido, pantalones cortos, para vigilar que no se te adhieran a las piernas y poder despegártelas a tiempo. Para ello, aconsejan usar sal o bien fuego.


Una pequeña muestra de lo que son capaces de hacer estas criaturitas.


Lo de Marta parecía más bien una cornada.

Después de la caminata matutina, subimos en coche hasta Madikeri, un tranquilo pueblecito que es la principal localidad de Coorg. Atravesamos un bullicioso y animado mercado hasta llegar a las tumbas de los rajás, los antiguos reyes de la tribu de los Kodavas, antiguos pobladores de la zona, descendientes de los persas y kurdos. Allí, una amable anciana nos abrió los cerrojos que custodian los mausoleos, aunque el interior no tiene mucho interés. Mucho más espectaculares, sin duda, son las cataratas Abbi (Abbi Falls), a unos 8 kilómetros del centro del pueblo, en donde también hicimos un alto. Antes de volver a nuestro refugio, paramos a comer un buen plato de cerdo frito, una de las especialidades de la región junto con el café.


Exterior de las tumbas.


Vendedor de pollos en el mercado.


En las cataratas Abbi.

En resumen, la escapada estuvo muy bien, aunque se nos hizo corta. Sidhart se comportó genial con nosotros en todo momento; otra gran persona de la que me siento afortunado por haberla conocido y con la que espero poder seguir en contacto cuando vuelva a Europa. Él vive en Escocia con su mujer, así que no será difícil volver a vernos. Todo un grande este chaval.

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